Hacia 1980 las economías del mundo comenzaron a internacionalizarse, considerando la libre movilidad de capitales en los mercados financieros, donde los países con una formación de precios más industrializada y tecnológica gozaron de monedas más fuertes; mientras que, los países con una formación de precios poco industrializada y con rezagos se volvieron dependientes de los países desarrollados. De esta forma, con un comercio exterior en auge, el tipo de cambio se convirtió en una relación histórica de intercambio comercial entre naciones.
El 82% de las exportaciones de México desde 1993 a mayo de 2023 tuvieron por destino EUA, la tasa de crecimiento del periodo fue de 14.46%; en términos absolutos, 39.8 mmdd más que en 1993. Los sectores que impulsaron dicho crecimiento fueron el automotriz y la agricultura.
En contraparte, el 56% del total de las importaciones de México vinieron de EUA, la tasa de crecimiento del periodo fue de 5.52%; en términos absolutos, 18 mmdd más que en 1993. Destacan los bienes de consumo e intermedios.
Elaboración propia con datos obtenidos del Banco de Información Económica del Inegi.
Los datos muestran una alta dependencia de los productores agrícolas y manufactureros nacionales hacia los mercados estadounidenses; esto se origina por largos periodos de desequilibrios macroeconómicos provocados por políticas fiscales expansivas sin planeación de largo alcance.
Dichas políticas terminaron robusteciendo la participación del Estado en la economía, aumentando el gasto público y la deuda para subsanar pérdidas en el balance de empresas paraestatales, cubrir subsidios fiscales y pagar transferencias a sectores olvidados.
Lo anterior resultó en bajas tasas de industrialización, rezagos tecnológicos y presiones inflacionarias por una mayor exposición al tipo de cambio peso-dólar que, en periodos de crisis económica (1974, 1994 y 2008) provocaron contracciones en el consumo interno privado, tal y como como se muestra en la gráfica.
Elaboración propia con datos obtenidos del Banco de Información Económica del Inegi.
El modelo Mundell-Fleming de macroeconomía abierta postula que toda apreciación en el tipo de cambio aumenta el precio al exterior de los bienes internos, provocando un déficit en la balanza comercial por una disminución de las exportaciones, pero un superávit en la cuenta de capital por un aumento de las inversiones temporales. El efecto de una depreciación en el tipo de cambio es inverso.
El sector agrícola históricamente ha sido olvidado, los capitales internos pocas veces fluyen hacia las actividades agropecuarias por la existencia de riesgos importantes que encarecen el financiamiento privado.
Riesgos como la organización ejidal, oferta compuesta por pequeños productores, tasas de informalidad elevadas, intercambio comercial en efectivo no bancarizado, infraestructura rezagada, entre otros; que en conjunto restan fuerza de negociación a los productores agrícolas, los convierten en tomadores de precios y, por consiguiente, hacen que la demanda de estos bienes sea más susceptible a los tipos de cambio y sea dependiente de los mercados cercanos.
Un modelo de regresión simple, con datos normalizados de las exportaciones agrícolas y el tipo de cambio (de 1994 a mayo de 2023) que integra la variable del tiempo para determinar si las exportaciones agrícolas están explicadas por el tipo de cambio, confirma la correlación con una probabilidad menor a 0.05 y una R-squared mayor a 0.85.
En este caso, la teoría se cumple. Una apreciación en el tipo de cambio provoca una disminución en las exportaciones, mientras que, una depreciación hace que las exportaciones aumenten.
En el caso de las empresas manufactureras, los efectos en el tipo de cambio dependen de la integración internacional en su proceso productivo o de la composición de su demanda. Si la maquila de una empresa está altamente relacionada con productos importados, una apreciación del tipo de cambio abarata los costos de venta y una depreciación los encarece.
Ahora bien, si la empresa produce únicamente con bienes nacionales, pero parte de su producción se exporta a mercados extranjeros, el tipo de cambio tendrá el mismo efecto que en el sector agrícola; ante una depreciación, los bienes internos serán más competitivos en el exterior y tenderán a aumentar su demanda, mientras que, una apreciación provoca el efecto contrario.
En el sector financiero los tipos de cambio tienen mayor incidencia, debido a que una moneda apreciada es resultado de tasas de interés altas que aumentan los pasivos en los balances financieros y, ante restricciones crediticias, la inversión se mueve gradualmente del mercado de factores al mercado financiero; por lo que, de no existir un equilibrio entre el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) y las tasas de interés, la depreciación del peso por la salida de capitales podría ser significativamente mayor que su apreciación, provocando desequilibrios internos.
Mantener tipos de cambio elevados tenderá a disminuir las reservas en el mediano plazo, por lo que, generalmente los déficits en la balanza comercial no pueden sostenerse a largo plazo y, por consiguiente, las depreciaciones graduales de la moneda son necesarias para mantener un equilibrio entre las reservas internacionales y el nivel de precios interno.
La estabilidad de la moneda nacional en los mercados internacionales depende de las decisiones monetarias y fiscales del gobierno; con la apreciación del peso se debe aprovechar el momento histórico para fomentar la inversión en activos fijos, acelerar la industrialización y reducir el rezago tecnológico de los sectores económicos. Lo anterior implementando estrategias de largo alcance que permitan fijar rumbos para el desarrollo económico, asegurar flujos de capital y mercancías para el sector manufacturero y agrícola; mismos que permitan alcanzar los objetivos de pleno empleo, estabilidad de tasas de interés y política fiscal.
El compliance aduanero es altamente recomendable, pues las organizaciones deben implementar medidas continuas para identificar y mitigar riesgos en las operaciones de comercio exterior.
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