n el panorama financiero global, las empresas de tecnología como Meta (matriz de Facebook), Twitter, Amazon, Netflix, Alphabet (matriz de Google) y Apple venían registrando ganancias en los últimos años (incluyendo los dos años de pandemia) que daba la impresión de una especie de bonanza, ya que, el crecimiento parecía no detenerse y soportaba prácticamente cualquier embate por parte del propio mercado bursátil.
Este proceso de crecimiento que, para muchos ha representado una sobrevaluación, concluyó en los primeros cinco meses de 2022, cuando el índice NASDAQ (principal bolsa de valores que agrupa a las empresas tecnológicas) registró una caída cercana a un 23%, dejando en entredicho a estas empresas; además, afectando a distintos mercados de otros ramos alrededor del mundo.
Podemos observar como el NASDAQ (área roja) sufre una fuerte caída inicial en marzo y logra recuperarse para en abril sufrir una caída mucho más importante; continúa con dicha tendencia bajista, la cual, por el comportamiento mostrado, no ha llegado aún a su punto más bajo. Por otro lado, el New York Stock Exchange (NYSE) en azul, muestra un comportamiento menos bajista, pero no deja de lado una tendencia en dicho sentido que, si bien, muestra recuperación, podría continuar más adelante.
Analistas especializados denotan que es quizá una de las caídas más importantes que el NASDAQ ha sufrido en su historia. Las preguntas que surgen son: ¿qué provoca este comportamiento en estas empresas?, ¿cómo resuelve el mercado esta tendencia en contra y qué debe considerar para revertirla?
Para responder la primera pregunta es muy importante comprender el concepto de volatilidad. De acuerdo con el diccionario de economía que presenta el periódico El Economista, la volatilidad representa la variabilidad del rendimiento de las acciones con respecto a su media, considerando un periodo definido.
Esta variabilidad, en el rendimiento de las acciones, está dada por los cambios en las cotizaciones diarias, las cuales se pueden comparar para obtener el rendimiento en el precio de la acción en el mercado de un día a otro. Esta medida considerada de forma individual sólo podría llevar a identificar una rentabilidad media en el precio de las acciones, pero ello no explica la volatilidad.
Para ello, se deben comparar estos rendimientos de la acción contra los rendimientos o pérdidas determinados en el mercado en el mismo periodo y por las mismas fechas, generando una comparación “uno a uno” entre los datos definidos de la acción y del mercado.
Al realizar la comparación de ambos rendimientos, se establece una correlación, la cual se expresa por una covarianza. La covarianza representa el valor que indica en qué medida dos variables aleatorias varían en función de sus medias; esto quiere decir que la volatilidad de los precios de las acciones se compara con la volatilidad de los precios del mercado en las mismas fechas (en función de la media de dichas ganancias o pérdidas), lo que resulta en una medida de riesgo que se conoce como Beta, la cual representa al riesgo inherente a una acción en el mercado y la correlación existente entre dicho valor y el riesgo del propio mercado.
donde:
A partir del riesgo de dicha acción (es decir, de la Beta de la acción) es que se puede definir, mediante la utilización de un modelo llamado Capital Asset Price Model (CAPM), el rendimiento de la acción. Para ello, se determina primero la prima de riesgo de mercado, que se obtiene de la comparación de la rentabilidad media del mercado a la que se le resta la tasa libre de riesgo que representa dicho mercado. Una vez determinada dicha prima, se formula el rendimiento de la acción considerando la siguiente fórmula que describe que el rendimiento de la acción es igual a sumar a la tasa libre de riesgo el resultado de multiplicar Beta por la prima de riesgo de mercado:
La explicación previa permite identificar cómo se determina el rendimiento de la acción y cómo se está comportando frente al mercado y a otras empresas, pero no explica de forma directa qué afecta a la rentabilidad de la misma y por qué (tanto las acciones como los mercados tecnológicos) han perdido terreno frente a otros mercados.
Esta variabilidad o volatilidad que afecta a las empresas tecnológicas está directamente influida por los siguientes factores:
Particularmente, es el incremento en las tasas de interés el que genera este efecto de desvalorización de las acciones de las empresas de tecnología, ya que, éstas aprovecharon, en primer lugar, las tasas de interés bajas para inyectar dinero a sus negocios. Estas organizaciones, a través del tiempo (incluyendo la pandemia), siguieron creciendo hasta que, por efecto de estos cambios inflacionarios y el costo del dinero, se han visto presionadas de forma excesiva y, al no alcanzar los niveles de ingreso esperados, se tornan en inversiones más riesgosas.
Muchos inversionistas, al observar estos cambios, deciden modificar o vender sus acciones y colocar su dinero en inversiones menos atrevidas como son, precisamente, los bonos del tesoro que, si bien, ofrecen un rendimiento menor, están lejos de representar un riesgo latente de pérdida de patrimonio. Estos movimientos generan una sobreoferta de acciones en el mercado que explica la baja en el precio de los títulos, aunque, lo que sorprende es el nivel tan abrupto de baja en estos.
Uno de los elementos que ha provocado el incremento de precios de las acciones de las compañías tecnológicas y su posterior caída ha sido el efecto de la pandemia. Empresas como Amazon (con su actividad logística y su rápida reacción para adaptarse a entregas de diversos tipos, tamaños y tiempos), Netflix (como empresa proveedora de entretenimiento para los hogares en confinamiento) o el surgimiento de plataformas de trabajo a distancia fueron generando cada vez mayores ingresos y mejores resultados de forma acelerada para estos gigantes tecnológicos, aunque en realidad, lo que se generó fue una especie de espejismo que impidió ver que estas ganancias tan elevadas no podrían mantenerse por mucho tiempo.
Lo anterior, indica (según especialistas bursátiles) que se está viendo el regreso de los precios de las acciones de estas empresas a los niveles de precio real que deberían tener desde el periodo prepandemia.
Un hecho que resulta contradictorio en todo esto es que estas compañías no muestran una reducción tangible en sus gastos operativos e, incluso, reflejan aumentos significativos en algunos rubros como sueldos e inversiones en proyectos o Capital Expenditures (Capex).
A futuro, el panorama económico mundial no es alentador; las presiones y amenazas sanitarias en China, con cierres parciales de puertos y empresas que afectan en mayor medida a los mercados de semiconductores y chips significan (de forma directa) atrasos en la cadena de suministro y, por lo tanto, un incremento en tiempos de entrega, lo que afecta la generación de ingresos y de la cadena de valor total de la empresa.
Una inflación que no se detiene (y que da señales de mostrarse como una contracción económica general) hace intuir un panorama complicado para este año, que no va a aportar en el crecimiento de los mercados en general. Es muy probable que se siga viendo una caída en los precios de este tipo de empresas y otras acciones.
La expectativa para 2023 es poco luminosa, con mercados contraídos, menos dinero en circulación, sobreoferta de algunos productos, pero las claras fallas en el suministro de otros pueden colocar a la economía mundial en un proceso de crisis. Hay que esperar a ver lo que sucede, pues hay otros indicadores que, lejos de mostrar deficiencia, se muestran aparentemente favorecidos, como el tipo de cambio; aunque, un tipo de cambio bajo no favorece el intercambio de mercancías con ganancias significativas, pero eso es otra historia.
Bajo ciertas circunstancias, hay autoridades específicas que están facultadas para solicitar información confidencial amparada por el secreto bancario.
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