Durante los últimos cinco años, esta región ha mostrado señales de un crecimiento importante en términos sociales, lo que ha empezado a detonar indicadores económicos interesantes. Actualmente, esta región tiene un tamaño de fuerza laboral de 849 millones de personas; 75% de ellas cuenta con estudios de primaria, 55% tiene formación media superior y 17% estudios profesionales; la educación media y superior se ha duplicado en los últimos 20 años (según datos del Banco Mundial). Se estima que este mercado laboral aumentará 85% en los próximos 20 años, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo que se traduce en alrededor de 1,300 millones de personas en edad de trabajar.
La Unión Africana de Naciones ha implementado nuevas políticas educativas a lo largo del presente siglo, priorizando el desarrollo de competencias y habilidades (blandas y duras) en la población estudiantil. Durante el periodo 2022–2024, los gobiernos africanos gastaron, en promedio, 3.7% del Producto Interno Bruto (PIB) en educación, lo que representa 14.5% de su gasto público total. Tan sólo en 2024, cada año adicional de estudios ha impulsado un crecimiento en el aprendizaje de una persona, a tal grado, que se han incrementado las ganancias empresariales entre 8.2 y 11.4% en el continente. Para tener una idea clara, el mismo indicador en Latinoamérica fue de entre 7.6 y 9.1% en el mismo año.
Evidencia de 27 países africanos, con una muestra de 7,600 empresas, ha verificado que el incremento de 10% en la contratación de empleados con habilidades y competencias ha generado una productividad mayor en 4.2%; si el empleado tiene un título universitario, el aumento es de 4.8 por ciento.
La digitalización del mercado africano está creciendo de forma considerable. Para 2025 se espera que 70% de la demanda de trabajo requiera habilidades digitales básicas y 23% habilidades intermedias; asimismo, estimaciones de la OCDE valoran que este mercado podría generar 154 billones de dólares en los próximos cinco años. Las actuales inversiones en desarrollo de energías renovables e infraestructura sustentable generarán nueve millones de empleos nuevos para 2030 y, además, se denota una mayor dinámica en cinco actividades económicas principales: minería, mercado digital, energías renovables, producción industrial de alimentos y la manufactura textil.
La región central de África tiene reservas significativas de minerales que equivalen a 70% de la producción global en cobalto, 30% en tantalio y 20% en manganeso. En el norte, las inversiones en energía solar y eólica generan una potencial capacidad de producción por 110 billones de dólares anuales. En el oeste, hay nueve países que, usualmente, están posicionados entre los primeros 20 productores de 12 diferentes productos agrícolas como fonio, nueces de karité, batata, cacao, café, entre otros. En 2024, el crecimiento económico de la región fue de 3.5% y está proyectado un crecimiento de 4% para 2025.
A la luz de estos datos, es muy fácil identificar que el continente africano desarrolla un enorme potencial y que, sin duda, se convertirá en un valioso mercado en lo que resta de la década. No en vano varias economías asiáticas están invirtiendo fuertemente en esta región, en especial, China, Singapur y Corea del Sur. En un futuro no muy lejano, el crecimiento de este nuevo mercado generará movimientos interesantes de capitales, nuevos patrones de comercio e, incluso, cambios en la geopolítica mundial. Considero que dará salida a problemas económicos ocasionados por las guerras comerciales y armadas.
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