A pesar de que este listado podría parecer una enumeración de riesgos para los inversionistas de una empresa, son parte de una estrategia que, claramente, tuvo buenos resultados. ¿Por qué no se utiliza este enfoque con más frecuencia dentro de las organizaciones? Quizá porque está el miedo de cualquier persona que se encargue de las estrategias: fallar o que no se logre un plan perfecto.
No obstante, a lo largo del tiempo, hemos visto que los casos de éxito favoritos de las escuelas de negocios no surgieron de la nada; asimismo, tienen un largo camino marcado con errores de todos los tamaños, pero que, al final, lograron alcanzar un objetivo. Sólo se pueden obtener resultados perfectos en un mundo perfecto y con recursos perfectos; sin embargo, quien trabaja creando estrategias sabe que eso no existe.
Lo que sí es posible es abrazar el aspecto imperfecto del mundo y sumarlo a la creación y búsqueda de innovaciones, nutriendo los procesos. Para eso, hay que empezar entendiendo qué es la estrategia y por qué la hemos estado explicando mal.
A diferencia de lo que vemos en las películas, una estrategia no es un plan cuidadosamente calculado que considere qué hacer en caso de un suceso inesperado; sobre todo, porque dentro de la empresa no siempre hay tiempo para hacer cálculos, obtener toda la información y analizarla a detalle (siempre es urgente).
Es cierto que es importante contar con información medible (como el comportamiento de los clientes o lo que se dice de la competencia, por ejemplo), pero también es crucial incluir perspectivas tan variadas que, incluso, se deba consultar a personas fuera de la industria del negocio. La palabra clave es curiosidad y debe ser una característica importante de quienes se encarguen de las estrategias, ya que, es lo que permitirá hacer esas preguntas que, como en la anécdota de Polaroid, abren nuevas oportunidades de crecimiento y colaboración valiosa.
Esto significa que habrá espacio para cometer errores; algo así como ensayo y error, dos pasos adelante y uno atrás, pero siempre en movimiento, aunque no sea perfecto. Esa es la esencia de cualquier estrategia, pues se mantiene viva, actualizándose mientras se trabaja en ella y se obtienen nuevos aprendizajes; tiene un poco de incertidumbre y eso está bien.
En los últimos años se ha destacado que muchas innovaciones en los negocios no siempre provienen de los mismos competidores, o bien, de herramientas estrechamente relacionadas con su actividad. Lo anterior se debe a que existen empresas muy grandes (como Google o Amazon) que impactan a otras más pequeñas porque operan en diferentes sectores de la industria. Esto implica que se debe dar seguimiento a lo que ocurre en mercados que antes no se consideraban relevantes; asimismo, esas estrategias, herméticamente armadas y que se pensaban infalibles, ya no funcionan siempre para aprender de otros puntos de vista.
Para convertirse en el estratega imperfecto que la empresa necesita es de suma importancia la curiosidad, aunque, al principio, parezca que el interés no tiene relación alguna con el negocio. No hay preguntas tontas y es importante mantener la mente abierta.
Es fundamental adoptar puntos de vista variados para hacer cuestionamientos que ayuden a entender mejor un caso o un problema, ya sea desde la experiencia de un cliente, de los proveedores, o bien, de quienes deciden no consumir productos de la empresa ni de la competencia.
Aunque conocer y estudiar otros casos ayuda a tomar decisiones, nada le gana a la propia experimentación; por eso, es esencial perder el miedo a fallar o tener que repetir procesos. Por fortuna, existen herramientas digitales que permiten realizar pruebas A y B (incluso, C, D o E) para ciertos objetivos, tal como anuncios pagados en Facebook o simulaciones con Inteligencia Artificial (IA) para llevarlas a cabo en un entorno más seguro. Sin embargo, habrá momentos en que el riesgo será un poco menos controlado, aunque eso no quiere decir que no deba llevarse a cabo.
Algo que he visto a lo largo de mi carrera (y que me sigue emocionando) es el trayecto de una estrategia exitosa. Cuando digo que fue exitosa, no es que, necesariamente, haya logrado su objetivo principal (más ventas, crecimiento de inversiones o destruir a la competencia), sino que, durante su diseño e implementación, se recogieron lecciones valiosas y aprendizajes para todo el equipo.
Las personas tenemos una curiosidad e imaginación tan poderosas que, cuando las usamos en equipo, se logran resolver problemas que antes parecían imposibles; por eso, en las empresas debe promoverse que cualquier integrante levante la mano cuando tenga una duda o una sugerencia con el potencial de inyectar un cambio significativo al negocio; para lograrlo, es buena idea abrir la puerta del área de estrategias para que lleguen sugerencias desde cualquier departamento.
Hay que celebrar las iniciativas que se comparten para el beneficio de la empresa. Si ocurre alguna falla con una idea nueva, no se debe hacer un gran asunto al respecto, sobre todo, si se trata de equivocaciones que no son difíciles de corregir. Si se le da espacio y tiempo a la gente para que siempre pueda alimentar su curiosidad, llegarán más oportunidades de mejores ideas y nuevas oportunidades para fallar en cosas distintas.
Mi recomendación para cualquier estratega es soltar la idea de un plan perfecto, ya que, al final de cuentas, esos son los menos valiosos, los menos interesantes y de los que menos se aprende.
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