Con regulaciones cada vez más estrictas a nivel mundial, el análisis funcional es crucial para garantizar que las empresas cumplan con las leyes fiscales locales y las normas internacionales de PT. La documentación precisa plasmada en el análisis funcional puede ayudar a las organizaciones a demostrar el cumplimiento de plena competencia durante las auditorías llevadas a cabo por autoridades tributarias o, de manera interna, por las compañías (gobierno corporativo).
En el proceso de analizar la comparabilidad entre las operaciones intercompañía con las llevadas a cabo por terceros independientes, se deben identificar las relaciones comerciales o financieras y las circunstancias económicas importantes que se tengan en dichas operaciones al momento de la revisión. Para esto, se deben tomar en cuenta:
En las Guías de Precios de Transferencia para Empresas Multinacionales y Administraciones Fiscales (emitidas por la OCDE), el análisis funcional es definido de la siguiente forma: “El análisis tiene como objetivo identificar las actividades económicamente significativas, responsabilidades asumidas, activos utilizados o aportados y riesgos asumidos por las partes involucradas en las transacciones”. La definición en la Ley del Impuesto Sobre la Renta (LISR) no es muy distinta a la de las guías.
Como ya se mencionó anteriormente, el análisis funcional se encuentra dividido en tres secciones principales: Funciones, Activos y Riesgos (FAR). Entonces, resulta necesario explicar cada una de ellas.
En este apartado se describen y detallan todas las actividades que la compañía analizada lleva a cabo cotidianamente. Mientras más detallada sea la información, mucho mejor entendimiento habrá por parte del lector.
La descripción detallada de estas actividades dependerá del tipo de negocio y la industria en donde se desarrollen. El tipo de negocio puede ser: distribución, manufactura y prestación de servicios, por mencionar algunos.
A su vez, cada uno puede tener subdivisiones: distribución y comercialización (de productos terminados, materias primas, commodities); distribución de bajo riesgo; manufactura completa y bajo contrato (con mucho menor riesgo que la primera); así como servicios administrativos, financieros y logísticos, entre otros.
La industria donde las compañías se desarrollen también influirá en sus funciones. Por ejemplo, no es lo mismo una distribución de herramientas a una de productos alimenticios (que seguramente requerirán un transporte que cuente con refrigeración). También cambian las funciones de un manufacturero de clavos a las de uno de la industria farmacéutica (donde se involucran intangibles como patentes y formulaciones).
Orientar de manera equivocada la descripción de las funciones desarrolladas por la compañía puede derivar en un análisis con un enfoque incorrecto y, en consecuencia, en conclusiones completamente fuera de la realidad económica de la organización.
Una vez detalladas las funciones llevadas a cabo por la compañía sujeta a estudio, se detallan los activos (tangibles e intangibles) utilizados para el correcto desempeño de dichas actividades.
Por ejemplo, los activos utilizados para una comercializadora son distintos a los activos utilizados por una empresa dedicada a la distribución simple. La primera es muy probable que cuente con almacenes, centros de distribución, unidades de transporte, montacargas, equipo de seguridad para el personal que ahí labora y, tal vez, utiliza una marca comercial que puede ser propia o por la que paga alguna regalía que le otorgue derecho a su uso para fines comerciales.
En cambio, probablemente la compañía dedicada a la distribución simple no cuente con activos significantemente valiosos; si acaso, el activo más complejo puede ser la posesión temporal del inventario a distribuir. Al tratarse prácticamente de una simple reventa, seguramente no requiere de una bodega o centro de distribución, ya que, dicha mercancía va directamente del almacén del proveedor al del comprador.
La descripción de las FAR, preferentemente, se desarrollan en ese orden: primero las funciones para entender el negocio preponderante de la empresa, luego la identificación de los activos utilizados para el correcto desarrollo de esas funciones y, por último, la descripción detallada de los riesgos asumidos.
El riesgo se mide asignando una determinada vulnerabilidad frente a cada tipo de contratiempo, los cuales varían de acuerdo con la actividad de la empresa y los activos que utiliza cotidianamente. Por ejemplo, una manufactura completa asume riesgos muy distintos a una manufactura por contrato.
La teoría económica clásica establece que “a mayor riesgo, hay mayor rendimiento” y, al menos en el análisis de las transacciones intercompañía, la mayoría de las veces este teorema se cumple. El margen de utilidad esperado por una compañía dedicada a la manufactura completa (que incurre en muchos riesgos) es mayor al esperado por una manufactura por contrato (que no incurre en riesgos). Algo similar sucede con el margen de una comercializadora, el cual pudiera ser mayor al de una distribución simple de bajo riesgo.
Una vez que se explicó de manera general el papel que juega el análisis funcional en el proceso de la búsqueda de comparabilidad, se entiende que podría considerarse como una antesala del análisis económico a realizar, en el cual la descripción teórica de la operación debe hacer sentido con la parte numérica o analítica.
De esta forma, se podrán fijar apropiadamente los precios o montos de contraprestaciones por las operaciones intercompañía a celebrar, o bien, la revisión de estos bajo dicha óptica. Tomando en cuenta que quien más funciones realizó, activos utilizó y riesgos asumió (por cada una de las partes), deberá obtener un mayor retorno en la operación controlada. Recordando que los análisis funcionales y económicos tienen que ser transaccionales, es decir, operación por operación.
Por ejemplo, un error común que puede cometerse es explicar detalladamente la actividad principal de la empresa, describiendo así las funciones, activos y riesgos de una operación de manufactura, en los cuales los insumos y las ventas se realicen con terceros independientes.
Sin embargo, la operación intercompañía, sea el pago de derechos por uso de un intangible de know how utilizado en el proceso de manufactura, el cual normalmente debería estar cubierto en un contrato como tal; pero al no realizarse un análisis funcional sobre el pago de regalías, se corre el riesgo que la asignación de la metodología a utilizar, así como las comparables, no sean los apropiados y los resultados no sean confiables, o bien, sean incorrectos. Asimismo, en el caso de una revisión por parte de la autoridad fiscal, ésta puede considerar que la documentación es errónea o incompleta y sujeta a multas como tal.
Se debe tomar en cuenta que los entornos económicos pueden ser cambiantes, esto a medida que las empresas evolucionan y se adaptan a las nuevas dinámicas del mercado en el que participen; por lo tanto, el análisis funcional deberá revisarse con el escrutinio apropiado y de manera frecuente, asegurando que las políticas intercompañía y la asignación de rentabilidades permanezcan alineadas con los objetivos estratégicos de la organización.
El compliance aduanero es altamente recomendable, pues las organizaciones deben implementar medidas continuas para identificar y mitigar riesgos en las operaciones de comercio exterior.
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