ara quien observa desde afuera cuando una persona llega al puesto de Chief Executive Officer (CEO o director ejecutivo), seguro lo primero que piensa es que no hay un punto más alto en la escalera profesional; que ya no tiene a quién responderle; que se encarga de tomar todas las decisiones y sus ideas son las que mueven todo el engranaje de la organización.
Tomando en cuenta lo anterior, hay al menos tres cosas que se asumen incorrectamente y que pueden ser la razón de que se pueda fallar en los primeros meses en ese puesto tan importante. Recordemos que siempre hay oportunidad para aprender, no importa la experiencia que ya tenemos.
Aunque el talento, el esfuerzo y un buen desempeño ayudan bastante para que una persona se convierta en CEO, esto no quiere decir que es alguien infalible; por lo que no es momento de cerrar las opciones de seguir aprendiendo e, incluso, encontrar mentorías enfocadas en este nivel de liderazgo. Así como se transforman las tecnologías y los comportamientos de las personas con el cambio de generaciones, así también se adaptan los procesos de trabajo en todas las jerarquías de una empresa.
Como se explica en un artículo de Forbes: “Las mentorías pueden ayudar a restablecer, aumentar la autoconsciencia (sic) y limitar el impacto al momento de tomar decisiones […] además de mejorar la inteligencia emocional, que está altamente correlacionada con el liderazgo eficaz”.
Uno de los atributos más importantes de cualquier CEO es su capacidad de liderazgo; por lo tanto, es clave para que la compañía lleve la dirección adecuada y continúe creciendo, así como seguir vigente en su entorno. Sin embargo, a diferencia de lo que suele verse con frecuencia en algunas empresas familiares, es imposible que sólo una persona se involucre con eficiencia en todas las áreas, departamentos, procesos y acciones que ocurren en una organización. En lugar de eso, un buen CEO es capaz de identificar los mejores talentos para que estén al frente de los equipos de trabajo y así delegar funciones para una toma de decisiones más enfocada.
Por otro lado, los resultados no sólo deben tener un impacto favorable en el área de dirección e inversionistas, sino que gracias a un cambio positivo en la importancia de reconocer a todas las personas involucradas en una empresa, es necesario construir equipos “de creación de alto valor”, como lo menciona un artículo de Odgers Berndtson; en ellos, se mide el éxito según la habilidad de crear simultáneamente valor para un amplio número de interesados (desde miembros del consejo, hasta empleados que tratan directamente con los clientes).
Lo anterior también implica una manera eficiente de enterarse de los aspectos clave del negocio, pues no se trata de estar al tanto de las minucias del día a día; quien se convierte en CEO debe confiar en los reportes que su equipo le entregue de forma periódica para estar al tanto de lo que ocurre en la empresa y así tomar decisiones estratégicas (sustentadas en los datos que tiene al alcance).
Esta es una idea errónea muy común. ¿Quién puede estar arriba del puesto de CEO? Pero cuando alguien toma ese rol, se da cuenta rápidamente de que, en vez de tener una persona como coordinadora o dos jefes inmediatos, las cosas se vuelven más complejas. Hablo, por supuesto, de las interacciones que tiene con el consejo de administración, con quien debe trabajar de forma cercana para el beneficio de toda la empresa.
Quien funja de CEO va a ser quien tenga todo el conocimiento y la experiencia detallada para que el consejo se entere de los pormenores de una organización y la industria donde se desarrolla. Harvard Business Review lo pinta muy bien en el artículo Seven Surprises for New CEOs: “Lo peor que puede ocurrir a la relación con el consejo es que los integrantes se sientan desinformados o sorprendidos. Ya que los integrantes de los consejos tienen muchas peticiones en su trabajo, la información se les debe transmitir de manera sencilla y comprensible”.
Y no nos olvidemos del resto de la empresa. Como bien se repite en las historias de Spiderman: “Un gran poder conlleva grandes responsabilidades”, lo que significa que, no importa cuándo o cómo, lo que dice y hace alguien en el puesto de CEO se amplifica y toma una dimensión más importante y simbólica. De pronto, el puesto de CEO es la cara de la organización para el resto del mundo; es un reflejo de los valores del negocio y la marca. “El modo en que hables, en que te comportes, el tipo de decisiones financieras que tomes dentro y fuera del trabajo: todo esto envía un mensaje a las personas que trabajan para ti”, menciona Gary Pain en un artículo ya mencionado. Un CEO sigue teniendo jefes y son (con razón) bastante exigentes.
Otro error es pensar que al llegar un nuevo CEO es necesario barrer con todo; esto puede ser contraproducente, porque envía la señal de que no hay intención de reconocer el buen trabajo que ya existe, sino que se desea marcar territorio como si fuera un motín de guerra; si la persona que ocupa el puesto de CEO es externa, el efecto será peor. Es mejor idea invertir los primeros meses en hablar con quienes ocupan lugares clave en la organización para conocer de primera mano sus procesos, en dónde se encuentran, cuáles han sido sus más recientes logros y cuáles son los retos por venir.
En un artículo llamado A Guide for CEOs —11 Ways to Make an Impact in your First 90 days se sugiere que es mejor que: “Guardes tus ideas, opiniones y perspectivas para tu diario personal, que luego te será útil cuando sea momento de involucrarse de nuevo con tu equipo”.
Es vital recordar que la humildad ayuda bastante para revisar decisiones o medidas difíciles que deben tomarse, eso implica apoyarse en el talento del equipo de líderes, miembros del consejo, mentorías que garanticen crecimiento personal y profesional continuo. Es decir, hay que recordar que se sigue siendo humano y, por lo tanto, capaz de aprender algo nuevo cada día.
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